Ya no sé qué pensar. Hace 168 horas confiaba en que sólo fuese un simple bache sin consecuencias. Ahora, siete días más tarde de aquel pensamiento, mi cabeza se plantea muchas cosas. Nada dura eternamente, pero tampoco se puede hundir un barco como este en tan poco tiempo. Aunque, pensándolo bien, el famoso e irrompible Titanic se cayó en las primeras de cambio. No sé.
Lo que hace 336 horas parecía un perfecto viaje sin problemas sobre un universo impoluto, sobre un virginal valle en el que Leo era dios y Samu el perfecto defensor 'ofensivo' de un imperio que teñía de blaugrana todo lo que pisaba (o casi todo: no hay que olvidar el mal comienzo en campo Numantino que dio fe de su nombre e historia), se está tiñendo de negro y comienza a caminar sobre unas aguas turbias que impiden ver al tiburón teñido de blanco que, poco a poco y sin hacer ruido, se está acercando de las profundidades y está esperando (como siempre y haciendo gala de su casta) el mínimo fallo culé para culminar su progresión con una dentellada certera en la yugular.
Que los franceses que esperan en tierras galas, de la mano de un joven llamado Benzema, conozcan la furia culé, tocada en su orgullo tras perder contra uno de los máximos rivales, en su feudo y ante un público que se comió sus propias palabras al mandar a la categoría de plata al equipo del pelat que, con sus dos goles mandó callar -merecidamente- a una hinchada que se desinfló por haber hablado más de la cuenta. Que el once en el que confíe Pep en Champions salga al verde para comerse a los hijos de la patria y vuelva con aires renovados, aires que devuelvan la tranquilidad a Can Barça y conviertan las aguas turbias llenas de tiburones en un virginal arrecife de Coral donde, acostumbrados a sus tranquilas aguas y desde el buen gusto por el fútbol capitaneado por Xavi, puedan volver los goles de la bestia de Camerún, los eléctricos coletazos del pequeño argentino, la mezcla de calidad y fuerza del centro del campo, la seguridad defensiva, las subidas de los laterales (destacando a Alves: incansable Alves) y la confianza -ganada a pulso y que el sábado abandonó- de un Valdés que falló pero que sigue mereciendo la selección.
Y que vuelva el fútbol del Barça. Por el bien del fútbol en general y de los culés en particular. En detrimento de los madridistas y de contrincantes varios, que vuelva. Porque sin los 90 minutos que, finde tras finde, nos brinda el equipo de Guardiola, la jornada se queda huérfana de lo que más necesita: del mejor fútbol.
Pdt.: No quiero, ni mucho menos, menospreciar el juego de los demás equipos pero, como creo que pensaréis, el mejor fútbol viene de la ciudad Condal y se viste de azulgrana.
Lo que hace 336 horas parecía un perfecto viaje sin problemas sobre un universo impoluto, sobre un virginal valle en el que Leo era dios y Samu el perfecto defensor 'ofensivo' de un imperio que teñía de blaugrana todo lo que pisaba (o casi todo: no hay que olvidar el mal comienzo en campo Numantino que dio fe de su nombre e historia), se está tiñendo de negro y comienza a caminar sobre unas aguas turbias que impiden ver al tiburón teñido de blanco que, poco a poco y sin hacer ruido, se está acercando de las profundidades y está esperando (como siempre y haciendo gala de su casta) el mínimo fallo culé para culminar su progresión con una dentellada certera en la yugular.
Que los franceses que esperan en tierras galas, de la mano de un joven llamado Benzema, conozcan la furia culé, tocada en su orgullo tras perder contra uno de los máximos rivales, en su feudo y ante un público que se comió sus propias palabras al mandar a la categoría de plata al equipo del pelat que, con sus dos goles mandó callar -merecidamente- a una hinchada que se desinfló por haber hablado más de la cuenta. Que el once en el que confíe Pep en Champions salga al verde para comerse a los hijos de la patria y vuelva con aires renovados, aires que devuelvan la tranquilidad a Can Barça y conviertan las aguas turbias llenas de tiburones en un virginal arrecife de Coral donde, acostumbrados a sus tranquilas aguas y desde el buen gusto por el fútbol capitaneado por Xavi, puedan volver los goles de la bestia de Camerún, los eléctricos coletazos del pequeño argentino, la mezcla de calidad y fuerza del centro del campo, la seguridad defensiva, las subidas de los laterales (destacando a Alves: incansable Alves) y la confianza -ganada a pulso y que el sábado abandonó- de un Valdés que falló pero que sigue mereciendo la selección.
Y que vuelva el fútbol del Barça. Por el bien del fútbol en general y de los culés en particular. En detrimento de los madridistas y de contrincantes varios, que vuelva. Porque sin los 90 minutos que, finde tras finde, nos brinda el equipo de Guardiola, la jornada se queda huérfana de lo que más necesita: del mejor fútbol.
Pdt.: No quiero, ni mucho menos, menospreciar el juego de los demás equipos pero, como creo que pensaréis, el mejor fútbol viene de la ciudad Condal y se viste de azulgrana.
6 comentarios:
Éstoy contigo, pero "biene" es del verbo venir, y se escribe con "v".
"el mejor fútbol biene de la ciudad Condal "
Uff...gracias...jeje!
Creo que ha sido un fallo debido más a las prisas y a la cercanía de las teclas en el teclado del ordenador que a una falta habitual de mi escritura, ya que la considero correcta.
Lo voy a cambiar rápidamente ya que lo considero un error importante.
Gracias de nuevo por el aviso y simplemente comentar que 'estoy' se escribe sin tide.
Saludos!
Gracias a tí!.
Decirte por último que "tide" no está bien escrito, se escribe "tilde".
Saludos!.
Jajajajajajajaja!!!
Bien, bien...
Aunque para otra ocasión, después de la exclamación final no pongas punto, puesto que el punto de la propia exclamación hace las veces de punto y final.
Ale, a cuidarse...
me hice seguidora de tu blog
me gusta el futbol asique así estaré enterada
Saludos
Ya he enlazado 'Fuera de juego' y me he pasado por allí.
Saludos!
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